LAS VIRTUDES

Por Ernesto Parga Limón

          «La virtud no se queda sola. El que la practica tendrá vecinos».

 Confucio.

Cada vez es menos frecuente la utilización de la palabra virtud, muy poco se lee y muy poco se escucha; quizá se le evita porque se le sitúa como parte de la tradición cristiana, o tal vez, en un mundo que huye del compromiso y la responsabilidad, se prefieren términos que exigen menos. Hoy se habla de capacidades, de habilidades, de hábitos de excelencia o de eficiencia y un sinfín de sustitutos.

Sin embargo, ninguno de estos términos logra trasmitir lo que la expresión virtud ofrece con toda la carga conceptual y el sentido que las dilatadas tradiciones cristiana y humanista le fueron dotando.

Durante muchos años la palabra virtud fue un vocablo inequívoco de clarísimo significado y comprensión para todos, se reconocía como virtud a toda disposición libre y esforzadamente adquirida para obrar el bien de manera permanente.

Como frutos logrados de una vida vivida en clave de virtudes,  quienes las practican obtienen: Carácter, en cuanto a rectoría sobre las pasiones,  eliminación de vicios de la conducta, perfección en alguna área del comportamiento humano y en el extremo santidad, así lo consigna San Gregorio de Niza; “El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios”, la Biblia reconoce a las virtudes como algo digno del hombre y objeto de alabanza: Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).

No obstante, las virtudes nunca fueron concebidas como una capacidad personal al margen de la vida relacional del individuo, esto quizá sea el rasgo más distintivo que la tradición otorga a las virtudes: estas sirven, sin mas, para hacer felices a los demás.

Un hombre y una mujer, un viejo y un joven virtuoso en fortaleza, en templanza, en orden, en fidelidad hacen felices a los suyos. El termómetro más eficaz para saber cuándo una virtud, la limpieza por ejemplo, no se ha convertido en manía perniciosa, es que esa práctica de esta conducta hace la vida más amable, provoca la armonía en la convivencia, en suma, hace felices a las personas con quien se interactúa.

Una mujer y un hombre limpios y ordenados lo son solo en función de proveer espacios dignos de aquellos a quienes aman; y nunca como un hábito obsesivo que solo sirve para sí mismos, al grado incluso de provocar distancia y malos ratos entre los suyos.  Una virtud lo es solo en la medida en que las personas, y no las cosas, son lo importante.

Hoy en la óptica egoísta del discurso que eleva al yo por encima de todo,  el otro no existe. En la óptica del amor, no hay virtudes sin el otro.

Esto es lo que hace que brille por su ausencia la palabra virtud en la arenga actual de los gurúes del desarrollo humano, de la auto ayuda, del pensamiento positivo y de la prosperidad financiera como meta de vida. Las virtudes son manifestación del amor… se intenta la mejora por que el otro lo merece, porque amarlo supone la erradicación de vicios de conducta que impiden la felicidad de quienes se aman.

En la época que vivimos, en donde el yo prevalece sobre el tú, en donde se habla mucho de derechos y poco de responsabilidades, en donde todo se merece, en donde los demás son tan solo un instrumento para hacerme feliz, se entiende que la palabra virtud moleste porque confronta, porque exige.

La palabra virtud, deriva del vocablo latino vir, que a su   vez procede de vis, fuerza, de manera que virtud en sentido etimológico denota la fuerza de voluntad que se requiere para eliminar un vicio de la conducta y convertirlo a base de insistencia en su virtud opuesta. Por ejemplo, pasar del desorden al orden, convertirse de una persona mentirosa en una veraz, de la impaciencia como actitud de vida a la paciencia que hace mejor, más amable y confiable al hombre.

En la conducta humana no existen acciones u omisiones neutras, cada decisión o ayuda a la mejora de la persona o la evita. Así pues, si no se es limpio se es sucio, si no se es sobrio se es despilfarrador, si no se es optimista se es pesimista. Que poco servicio de amor, que poca bondad ofrece a los suyos una persona llena de vicios.  En cambio, “andando de tu mano que fácil es la vida”, dirán quienes viven al lado de una persona virtuosa.

En la lógica de la virtud se impone el esfuerzo y el sacrificio, los otros nos reclaman mejores cada día, el amor compromete, ellos son la auténtica y única motivación, los otros y no yo mismo son la razón y el destino de todo cambio de actitud.

Si las conocidas como virtudes cardinales, sobre las que giran todas las demás, ocupan un lugar preferencial entre nuestros deseos de cambio y de mejora personal tan propios de esta época del año, con toda seguridad la paz, la armonía y la plenitud llegarán a nuestras vidas.

Prudencia: como capacidad para anticipar las consecuencias de nuestros actos, evitando así muchos errores y dolores de cabeza.


Fortaleza: frente a la adversidad resistencia y capacidad para levantarse y seguir adelante.

Templanza: como control de los instintos que da señorío al hombre sobre su propia vida

Justicia: para dar de manera firme y continuada a cada uno lo que le corresponde.


Y todo lo demás vendrá por añadidura.

1 comentario en “    LAS VIRTUDES

  1. Armando+Guajardo+González 22 diciembre, 2021 — 1:06 pm

    Sencillamente Excelente

    Me gusta

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