La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. (Juan Bautista Alberdi)
Hoy en día mucha gente, me incluyo, es demócrata muy convencida hasta que ve los pobres y secos frutos que en ocasiones nos da el árbol de la democracia moderna.
Durante siglos los hombres han buscado y han peleado por la mejor manera de vivir en comunidad, entre los intentos más notables está la monarquía, el socialismo, la democracia y un montón de variantes o de desviaciones de estas mismas formas de gobierno.
Actualmente subsisten todas ellas con matizaciones más o menos extremas: Monarquía absolutista, monarquía parlamentaria, socialismo liso y llano, socialismo demócrata, dictaduras y democracias más o menos disfrazadas, etc.
Es curioso, pero la principal virtud que hoy se reconoce a la democracia como: el gobierno de todos o al menos de la mayoría es, precisamente, la debilidad de este sistema que remarcaban los griegos.
Ni Platón ni Aristóteles sentían mucha simpatía por la democracia, el segundo, más duro en su crítica, la consideraba como “una forma política completamente defectuosa”. Ambos pensadores coinciden en que hay tres formas políticas fundamentales: la monarquía, la aristocracia y la república, según se gobierne respectivamente por uno, por varios o por muchos. Teniendo cada una su propia corrupción: la tiranía, la oligarquía y la democracia. Así las cosas, para este par de pensadores, cuando la república se corrompe aparece su peor cara… la democracia. Otro criterio de análisis en Aristóteles, además del número de los que gobiernan, es el de la manera cómo se gobierna (recta o desviada). Se considera recta aquella forma de hacer política que protege el interés común, y desviada aquella que beneficia a quienes gobiernan.
Todos podemos entender cabalmente que, tratándose de la libertad humana, no nos es permitido elegir todo, ni cualquier cosa. No es libre quien decide ser esclavo. La libertad auténtica, supone una correcta e informada elección que opte siempre por lo bueno y rechace lo que es malo y dañino para sí mismo y para los demás.
Análogamente en la democracia moderna, (que tendría que ser el ejemplo de libertad máxima, de inexistencia de coacciones y de limitaciones por pobreza o ignorancia) no debemos considerar que podemos elegir a cualquiera, sino aquellos que estando capacitados son al tiempo honorables, por sus obras y no solo por sus dichos.
En su libro La República Platón plantea esta sugerente interrogante:
Si estuvieras en medio del océano en un barco, ¿qué harías?:
A. convocarías una elección para ver como pilotear el barco o…
B. tratarías de averiguar si hay alguien a bordo experto en hacerlo?
¿Ya tienes, querido lector, una respuesta para Platón?
Efectivamente el ilustre Platón, se decanta con toda seguridad por la “B”. Y se sirve de esta analogía para convertir al barco en el estado y al experto en el estadista. Los que saben son para Platón los indicados, los filósofos poseedores de conocimientos que el pueblo no tiene. Aún más, en la República, se considera muy arriesgado votar por un líder en virtud de lo fácilmente influenciable que es el pueblo, ya por necesidad, ya por emociones que pueden ser manipuladas.
(Esto se dijo hace 2500 años, si encuentra usted un parecido con la realidad esto no es mera coincidencia sino, total y absoluto conocimiento de la naturaleza humana)
Cuánto de esto vemos en los líderes populistas del presente que lejos de hablar al electorado con la verdad, construyen una retórica mentirosa ajena a los hechos, cuánto de esto vemos cuando escuchamos a los líderes modernos apelar a las pasiones (la ira, la venganza, y el desquite ante los enemigos, reales o inventados; da lo mismo)
Así pues, el genuino demócrata educa al pueblo para que este sea realmente libre, el demócrata no miente, no tergiversa la realidad, no se sirve de la ignorancia y de la necesidad para crear una base de apoyo a sus personales ambiciones. Nos se basa en románticas e interesadas entelequias, “el pueblo es sabio, al pueblo no se le puede engañar”.
No hay proyecto democrático sin educación ni genuina libertad ciudadana.
Los griegos profundos conocedores de la psique humana y de sus recónditos resortes eran, por todas estas razones, muy poco afectos a la democracia porque entendía las debilidades tantos del líder (la hýbris) como de los electores (lo fácil que es manipularlos).
Así Plutarco, el historiador Romano, autor de magníficos retratos psicológicos de los grandes lideres de la antigüedad en su obra: Vidas Paralelas; encuentra otra clave que atenta en contra de la democracia tanto en el pasado como en el presente; nos dice: “el verdadero destructor de las libertades del pueblo es aquél que le reparte regalos, donaciones y beneficios”.
En definitiva, o se educa al pueblo seria y concienzudamente o habremos de seguir cosechando los frutos autoritarios, tremenda paradoja, de la democracia que hoy vemos y sufrimos por doquier.
Mi estimado Ernesto, fiel a tu costumbre, excelente artículo: Desnudando la Democracia.
Me permito emitir, con tu venia, mi opinión.
Es claro lo que ha estado sucediendo en nuestro país desde muchos años antes del inicio de la actual administración federal. Eso, precisamente, la llevó al poder. La verdadera, oculta, muchas veces negada agenda ya estaba definida de antemano, pero para sus carísimos arranque, desarollo y mantenimiento -con nuestros impuestos ¡por supuesto!-, al nivel de hoy día, se necesitaban de inicio la «silla» y la mayoría en el Congreso y el Senado, ya que cuando se dispone con los enormes recur$o$ del Estado, entiéndase nuestros impuestos, aunado al servilismo y sometimiento, sin olvidar la «fidelidad» -y no a los electores-, de la mayoría de ambas cámaras, entiéndase de «nuestros» representantes -definitivamente, es un decir-, se facilita muchísimo todo el trabajo.
Hace poco tiempo terminé de leer el libro Amado Líder. El universo político detrás de un caudillo populista, de Diego Fonseca (noviembre 2021, Harper-Collins México, ISBN: 978-607-562-089-3, 725 pp.), cuya lectura recomiendo ampliamente.
El capítulo 10, con el título REALIDAD ALTERNATIVA. Yo tengo otros datos. Cómo el líder manufactura un universo paralelo donde rige con sus propias reglas -y crea La Verdad, explica claramente el muy preocupante tema.
Me permito transcribir tan solo una pequeña parte de ese capítulo, para entender mucho mejor cómo piensa, razona, decide, maquiavélicamente, un «Amado Líder». Menciona a diferentes «Amados Líderes», pero en este caso transcribiré únicamente lo concerniente a México. Aunque, del país que sean, todos están cortados con la misma tijera.
«Andrés Manuel López Obrador ha procurado a diario construir esa realidad controlable, flanqueado por los retratos dibujados de Juárez y de un cuarteto de próceres. Los bronces están ahí nirándonos a nosotros. La simbología afirma, establece: desde el pasado juzgan el presente. AMLO habla y las imágenes permanecen impertérritas tras sus hombros, severas, inconmovibles. Un periodista cuestiona y los próceres se fijan en él, adustos.
«Con esa custodia del pasado, AMLO inventa el día a día. Sus ‘mañaneras’ son un montaje para que los medios y la tuitósfera muerdan la carnada y corran detrás de sus dichos. Meses y años perdidos detrás de proposiciones menores que terminan por crear la idea de que el presidente está allí para ablandar a la terca realidad. Al cabo, la costumbre hace efecto y las definiciones peligrosas se cuelan como otra patraña menor.
«Luego, en sus actos y ante la prensa, AMLO desgrana su peculiar sentido de la Historia. No es un lector profundo, pero sí un propagandista esmerado. Habla de Juárez y de Cárdenas sin recordar a Juárez y a Cárdenas: pone en sus bocas sus propias ideas. Los toma prestados para instalar la idea del nuevo orden. Amado Líder interpreta, resalta y enuncia, y sus palabras serán el nuevo relato historiográfico. No importan los hechos, sino su opinión sobre los hechos, reales o presuntos. El símbolo, otra vez: AMLO tuerce, recrea, inventa ante la imagen de los fundadores de México, que lo ven hacer, arrastrados desde la muerte a una actuación sin derecho a protesta. Están ahí para adornar la creación de Amado Líder. Legitiman en silencio, prostituidos.
«Dinamitar el sentido de la realidad produce disfuncionalidad, angustia, frustración. La desconfianza gana terreno pues no sabemos quién dice la verdad. Si Amado Líder logra transmitir la idea de crisis que él mismo crea o agiganta, el círculo vicioso se completa con su aparición en escena como el único hombre equipado para resolverla. Su persona es el spotlight. Ya no las ideas, un individuo es el origen y fin de la política.
«La telaraña de mentiras, omisiones, medias verdades y fabricaciones no superan la prueba del archivo, pero la experiencia prueba que documentar cada patraña no afecta la credibilidad de su perpetrador. Una mentira debe montarse sobre otra para mantener en pie la arquitectura del engaño y obliga a su factótum a vivir en una continua fabricación. La verdad se desvanece como posibilidad. En la ficción, el único dios es el demiurgo y si nosotros entramos con candidez en esa noche la borrachera será prolongada. Cada hilo envuelve y seda. Ese dios tiene potestad sobre aquello que ha creado a la medida de su vocación: un mundo de teorías conspirativas cuyo propósito es denigrar a quien le combata, embrollar a los crédulos en un circuito de ilusión creciente, fortalecer el estado de paranoia.
«Las teorías conspirativas son la red de seguridad del mundo paralelo creado por Amado Líder: ponen bajo sospecha a cualquier actor que las cuestione. Aunque son desdeñadas a menudo por sus críticos, las conspiraciones imaginarias importan, pues las personas las convierten en acciones y en hechos políticos. Estas teorías pueden disminuir la fe en las instituciones y en el gobierno, generar desconfianza en la ciencia y en el conocimiento comprobado, y hasta inspirar violencia.
«Creerse un cuento autoindulgente o donde participen ominosos agentes de las profundidades –o dragones, si sirviesen, y ya que estamos, marcianos– es tan antiguo como la acumulación de poder. Pero ya no habitamos tribus pastoriles, sino organizaciones interrelacionadas a varios niveles y con creciente complejidad. Si una teoría conspirativa desmorona la gestión profesional del Estado, no acaba con el cacique de una tribu; hoy pone en riesgo la economía, la administración de justicia y hasta el aparato represivo.
«La proliferación de realidades paralelas reconoce un denominador: los gobiernos perdieron la capacidad de dictar las historias que las sociedades se cuentan a sí mismas, dice Martin Gurri, un exagente de la CIA que ha hecho carrera escribiendo sobre la industria de medios y la arquitectura política de los Estados Unidos. Cuando se pierde la capacidad de monopolizar el cuento –pregúntenles a los maestros de sus hijos cómo lidian con críos educados por Doctor Google–, se abren las puertas de un salón enorme: ahora se trata de contarse la historia uno mismo.
«Una teoría conspirativa es un cuento de suspenso con una trama siniestra desarrollada en secreto por un grupo poderoso que busca algún tipo de objetivo malévolo para beneficiarse y perjudicarnos. La atracción de la teoría conspirativa descansa en el narcisismo: quien participa de ella se siente imbuido de un conocimiento al que tienen acceso pocas personas. El creyente se transforma en un ser espontáneamente ilustrado, dueño de la verdad-verdadera de las cosas. Es una sensación vigorizante: uno de los seres humanos capaz de ver el mundo tal como es.
«Esas explicaciones oscuras resuelven tres motivaciones psicológicas: epistémicas, existenciales y sociales. Por un lado, queremos saber la verdad de los fenómenos; luego, nos interesa tener seguridad y certeza sobre el mundo que nos rodea; finalmente, queremos sentir también que encajamos en el grupo o la sociedad.
«Las teorías conspirativas son especialmente eficaces en momentos de gran inseguridad personal y colectiva, cuando no poseemos suficientes herramientas para entender la complejidad del mundo que se desenvuelve frente a nosotros. Necesitan un enemigo como factótum del mal o chivo expiatorio. Florecen allí donde el miedo y la irracionalidad han plantado su semilla, en sociedades fracturadas donde la baja confianza interpersonal y la pérdida de acuerdo sobre el proyecto común son significativos. Cuanto más difundidas, más alarma crean y su objeto –inducir al miedo, preparar el camino para un redentor– se cumple.»
Vamos por muy mal camino, por ese que le conviene a «Amado Líder», por ese camino ideal para SU –fallido de inicio, jamás viable– proyecto personalísimo, mas no el ideal para México y sus 126 millones de ciudadanos. «Amado Líder» se quedó en el pasado: piensa, razona, decide, vive, respira en pretérito.
México necesita –y urgentemente– una visión de presente y, especialmente, de futuro, algo antagónico con «Amado Líder».
Sinceramente, ojalá y los que necesitan despertar, lo hagan, y que todavía haya tiempo de reaccionar, porque inclusive los que todavía sueñan con lo «diferente» pagarán –incluidos sus hijos y nietos en el «paquete»– la onerosísima y dolorosísima factura. De hecho ya la estamos pagando. Todos.
Saludos, Fernando E. Velasquez.
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Muchas gracias muy estimado Fernando. Tu comentario preciso, mordaz, sin miedo a la verdad, deberé ayudar, eso espero, a que muchos abran los ojos. Saludos con afecto.
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