El SECRETO ARTE DE HABLAR A SOLAS

                                                                                                                                Por Ernesto Parga Limón

                                                                        «A mi padre: por la omnipresencia de su vida en la mía«

ꟷ Sí; hablo con él, pero no estoy loco, y eso me ayuda. Con estas palabras anticipó Joser la extraña y larga “plática” que tuvo con su padre hace apenas unos días.

ꟷFue ahí, ꟷme indicó señalando el sitio donde “hablaron”ꟷ, bajo la fronda generosa del sempiterno y omnipresente nogal testigo de la vida familiar. Hoy mismo, ꟷagregó Joserꟷ, desayuné ahí con mis tres hijos varones, aprovechando no solo el fresco que dejaron las lluvias recientes, sino sobre todo el dulce rescoldo del momento pasado con mi padre. En ambos casos la charla fue prolija, pues la sensación de abrigo que da la sombra permite la confianza y estimula la confidencia ꟷsentenció no sin cierta emoción Joser.

ꟷHace días, como te digo, fue bajo el nogal, pero no siempre es ahí, a veces llega mientras manejo de camino a casa, él sabe siempre escoger un buen lugar, muy seguido mientras estoy recostado para ver la tele, me atrae, me cambia a su canal, y sentándose a mi lado me regala un momento de dicha que apacienta mis temores: Sí puedes me dice, todo va a estar bien, que nada te turbe, solo sigue queriendo igual a tus hijos, lo demás déjamelo a mí y a Dios. 

ꟷ Esta vez, la más reciente … me contó toda su vida, ꟷcontinúo Joser entusiasmadoꟷ , como si yo, que soy su hijo, no supiera cada detalle.  ¡Carajo!…  pero que grato es escucharlo de su propia boca; en espacial cuando inopinadamente me acomete la nostalgia con su carga como una nube densa. Ahora me entiendes cuando te digo que me ayuda mucho hablar con él … ¿verdad?

ꟷNo estoy loco, sé de mucha gente que platica con los suyos … Dime: ¿Acaso tú también, ꟷme sorprendió con la preguntaꟷ 

ꟷJoser inhaló profundamente; como quien anuncia que tomará la palabra por mucho tiempo hasta que termine, lo que siente necesidad de comunicar, yo pude captar la solemnidad del momento, y agradecí en silencio la confianza que Joser me otorgaba.

ꟷCada que hablamos, ꟷcontinuó mi amigoꟷ, pienso que mi padre quiere dejarme presente, quizá para que no lo olvide, alguna de sus “maneras”, de sus modos, de sus gestos, de sus hábitos.  Lo veo, mientras hablamos, remarcando cada movimiento que lo conduce a asir el vaso de leche que tiene frente a si, o acentuando el arco sobre las cejas mientras yo le pregunto algo que me inquieta. Ayer pareció querer dejar grabado en mí su rasgo más distintivo, su muy peculiar manera de sentarse cruzando la pierna.  No lo sé, quizá crea que puede ser la última vez que nos veamos, por eso parece ser que quiere asegurar su presencia de esta forma. Yo sé que no podría sostenerme si esa otra manera de irse… esa tan definitiva se efectúa.  Espero que eso no suceda nunca.  

Joser quiso contarme a detalle cada gesto, cada palabra de los momentos que pasaba al lado de su padre. Yo lo oí con atención. Sin embargo, en un momento me distraje hurgando en mi memoria; hasta que recordé que mi madre y algunos de mis hermanos practicaban todos los días y a cada rato, el misterioso arte de hablar a solas.  Me alegró saber que es cosa de familia, ya me llegará mi turno… pensé.  


Por fin entendí  a toda esa gente, con la que en ocasiones me topo y que he juzgado hasta ahora de rara, esas personas que en medio del trasporte, atrapados en el tráfico, a mitad de la jornada, formados en una fila para hacer un pago, o mientras se duchan; ahora entiendo que  lejos  de hablar solas; ellas “conversan” con los suyos;  hacen preguntas que solos no pueden resolver, piden consejos sobre la educación de sus hijos, sobre cómo superar sus conflictos matrimoniales, reciben orientación para cerrar un trato económico, consuelo para superar la tristeza de ver que  los hijos crecen y abandonan la casa paterna.


Ahora entiendo, pues claro, no puede ser de otra manera; ¡es qué solo no se puede con la vida!

 Yo volví con mi amigo justo cuando llegó, casi en éxtasis, al fin del relato del encuentro con su padre. Guardó silencio en espera de mi comentario, su actitud me lo pedía.

No te juzgo de loco querido amigo, yo hago cosas similares: hablo contigo Joser el alter ego que proyecta mis verdades y hablo también con mis lectores, tampoco estoy loco; y es verdad, todo esto me ayuda.

4 comentarios en “El SECRETO ARTE DE HABLAR A SOLAS

  1. Armando Guajardo González 12 julio, 2021 — 12:52 pm

    Tu reflexión refleja la profundidad de tu pensamiento. … Gracias 😊

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  2. Lo hago habitualmente, pero con Dios y con Jesus, y aunque parece una locura a mí me mantiene cuerda en este mundo de desasosiego. Saludos.

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  3. Excelente reflexion

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  4. Fernando E. Velasquez 19 julio, 2021 — 12:30 am

    Mi estimado Ernesto, una vez más disfrutando de tus artículos.

    Y, sí, una vez más abusando de tu paciencia, en poder opinar sobre El secreto arte de hablar a solas.

    Quien no hable «a solas», es porque ha olvidado a quien(es) nunca debió haber olvidado. Y esa persona es merecedora de toda la lástima del mundo.

    El simplemente recordarlos, es hablar a solas con ellos.

    Mi madre (E.P.D.) solía decir: «No nos olviden (refiriéndose a ella, mi padre, mis abuelos, tíos); morimos cuando nos olvidan.»

    Hace apenas unos días, platicando con un muy buen amigo mío, COMO TÜ comprenderás, me mencionó a su madre -ya también fallecida- cualquier cantidad de veces.

    Sigue con las costumbres que tenía con ella; como si todavía estuviera aquí, con él.

    Se toma su café diario -ese café diario- a la hora que lo tomaba con ella; come a la hora en que comía con ella; sigue escuchando la música que escuchaba con ella, bailando «abrazándola» como lo hacía con ella…

    Eso, para mí, es hablar a solas con ella, sin necesidad de decir una sola palabra.

    Eso, para mí, es mantenerla viva en su memoria, honrándola en el proceso.

    Y de ninguna manera es porque esté «loco», sino todo lo contrario. Creo que eso es precisamente lo que le ayuda a soportar su ausencia física, a sobrellevar el dolor que causa esa ausencia. Y eso es totalmente sano… y válido.

    Excelente artículo, mi estimado amigo. No podía ser de otra manera.

    Saludos, Fernando E. Velasquez.

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