Por Ernesto Parga Limón
A mis amigos les adeudo la ternura
Y las palabras de aliento y el abrazo
El compartir con todos ellos la factura
Que nos presenta la vida, paso a paso
Alberto Cortez
Los medios de comunicación masiva, el Facebook especialmente, como todo en la vida requiere de gestión, de administración inteligente, para que realmente sirvan a buenos propósitos, de los propósitos deliberadamente malos no me ocupo, no hay nada que decir. Para algunos de los que utilizamos estos medios, el propósito puede ser, expresar alguna idea, compartir gustos en temas de literatura, música, cocina, contar chistes, otras personas gustan de compartir las historias de su familia, los éxitos de sus hijos, de su cónyuge, su pasión y orgullo por algún equipo deportivo etc.
Hasta ahí todo me parece dentro de los terrenos de lo razonable. Sin embargo, implica ya un posible problema, lo que suelo denominar con fines meramente explicativos como “el síndrome Second Life”, seguramente me extenderé en este tema en próximo articulo debido al interés y la actualidad que me parece que tiene. Por lo pronto solo comentaré que este síndrome supone el problema de “vivir” una vida virtual alterna con mayor intensidad que la propia vida real; quizás como una fuga de la vida real o como un refugio en la vida alterna; con variables que se puedan controlar. El síndrome supone un abandono de las posibilidades y de las experiencias vitales concretas, en favor de emociones creadas de manera ficticia, viviendo al fin la “vida” que se quisiera vivir y no la que se tiene. Repito, ya volveré sobre ese particular.
Hoy lo que ocupa mi reflexión es analizar el hecho reciente de la política en las redes: Facebook, Twitter, WhatsApp; ¿Cómo es y por interés de quién, es qué se convirtieron en arena, ring y campo de batalla del tópico y de la pasión política?
¿Será este otro reflejo del síndrome de Second Life?, ¿Vivo mi vida, sin caer en cuenta, como una extensión o una proyección de la vida de los políticos?
En la última semana entre mis conocidos he visto la ejemplificación perfecta de lo que llamamos polarización política, muchos amigos me han comentado el haber discutido acaloradamente en las redes con familiares, amigos y compañeros de trabajo, y no se diga con desconocidos. Si discutir con conocidos y parientes de política me parece un desatino, hacerlo con desconocidos es un soberano disparate. Alguien me comentó haber abandonado un chat que le costó mucho esfuerzo armar entre excompañeros de colegio, que tenían 30 años sin saber nada de sus vidas, debido a que el tema dominante terminó siendo la política y las ofensas aparecieron.
¿Desde cuándo criticar a un político se volvió crítica a su seguidor? Hoy vemos que al hablar de tal político sus fanáticos se sienten personalmente ofendidos como si al decir Andrés, Felipe o Enrique se esté pronunciando el nombre del seguidor.
La crítica a los políticos es connatural al ejercicio de la política, sucede en cualquier democracia y en cualquier forma de gobierno. Es, además, en cierta manera, un derecho del gobernado que exige a sus servidores, (esos son los políticos), que hagan bien su trabajo, que mejoren en su desempeño. Es, también, una vía genuina de mantener aterrizados a los políticos como contrapeso de la adulación de sus círculos cercanos, lo que el pueblo sabiamente ha llamado desde siempre; lambiscones.
La historia ha dejado constancia de lo milenario y de lo útil de la práctica de la crítica y de la necesidad de ubicación que tiene todo político, como salvaguarda ante el mal que puede hacerle el excesivo poder del que dispone.
Cuando un victorioso general regresaba a Roma y hacía su entrada triunfal, uno de sus esclavos, que lo acompañaba en el mismo carro, le iba susurrando al oído, en clara contraposición a los vítores y aclamaciones que recibía: – Memento homo es! ¡Recuerda que eres hombre! -. Agregando también –Memento morí-; Recuerda que morirás. La vida es fugaz, el poder aún más.
Así que la crítica dirigida a los políticos no debe ser sentida por el pueblo, que no es él el político ni tampoco es del círculo de sus íntimos. Pienso que, en la mayoría de los casos, a los políticos muy acostumbrados y muy cínicos, la crítica no les hace mella. ¿Por qué debe ser motivo de ofensa para el seguidor?
Hasta hace pocos años, criticar al político que seguía tu amigo, era lo mismo que decirle que su equipo de fútbol era muy malo, es decir nada, no significaba deterioro alguno en la relación de amistad; ahora las cosas no son así desafortunadamente.
Esto es lo nuevo, lo inédito de la política que merece ser repensado, basta de polarización, de crispación, es demasiado y muy peligroso el nivel del encono social, a nadie, a nada sirve eso, así no se hace patria, no nos confundamos, los únicos que sacan partido son los políticos, recordemos que pronto se van. Que no nos dejen los rencores, los agravios y la profunda tristeza de haber ofendido a alguien que queremos.
Por esta razón, yo hoy llamo a esta columna “Adiós a las armas”, como aquella magnifica y estremecedora novela de Ernest Hemingway, en donde florece el amor en medio de la locura de la guerra. Yo al menos, en medio de esta crispación digo también, adiós a las armas, la política no merece que pierda un solo amigo. Afortunadamente sobran temas para tratar aquí con ustedes mis amigos.
Me quedo con “Daniel”, con su pasión por la historia y la diplomacia … En espera de que podamos, superada la contingencia sanitaria, tomarnos un café y darnos un fuerte apretón de manos.
Me quedo con “José”, con el exquisito gusto en el diseño que tanto admiro.
Me quedo con “Juan”, maestro ejempar, hombre bueno.
Me quedo con ellos que son mis amigos, con sus lealtades probadas, con sus vidas reales que edifican en la mía.
Los prefiero a Andrés, Felipe o Enrique que son para mí, menos que una idea, y que pronto serán solo bruma en el recuerdo.