EL TRISTE AYER DE MÉXICO

Por Ernesto Parga Limón

Hoy, afortunadamente, esas formas de hacer política son ya un mal chiste, una expresión de la locura del pasado. Qué bueno que existen los libros que nos recuerdan que efectivamente eso sucedió, sin ellos y sin las grabaciones magnetofónicas estaríamos renuentes a creer que se hayan alcanzado tales niveles de desvergüenza y de cinismo en el quehacer de la administración de la cosa pública.  Aun hoy, pasados los siglos, nos preguntamos, cómo es que la gente lo soportó.

Este artículo puede servir, además de ser para nosotros un recordatorio de lo que ya nunca queremos vivir, para que los países en el norte de América y en Europa que hoy sufren de lo que ya es historia acá, tengan esperanza en que las cosas pueden ser de otro modo.

En la clase de hoy, junio 6 del 2321, con mis alumnos de historia, repasamos lo sucedido en los albores del siglo 21 en nuestro México. Episodios que debemos conocer para nunca repetir.  Me fue muy difícil mantener el orden pues aquello que leían les parecía imposible y lo comentaban entre sorprendidos y enojados.

Leíamos que hubo, al mismo tiempo, 10 partidos políticos y que estos eran financiados con el dinero de los contribuyentes y que algunos de ellos estaban hechos para venderse al mejor postor, que bajo la bandera de alguna causa “verde” o de “valores” conseguían engañar a los electores para después vender sus escasos diputados al partido que los necesitara.

El estudio de este periodo de la historia es apasionante porque devela y nos recuerda la abyección y la bajeza a la que el hombre es capaz de descender y de mancharse a cambio de poder político. El hombre y la mujer para hablar al modo de la época, ya que imperaba una jerigonza ridícula llamada lenguaje inclusivo, (todas, todos y todes, por ejemplo, imagínense) otra cosa del pasado, muerta y enterrada; a Dios gracias.

Hubo algunos personajes de la escena política de ese tiempo que cambiaban de partidos sin importar que las causas y los estatutos fueran contrarios, Creo recordar que les llamaban chapulines o algo semejante.

Juan, mi alumno más adelantado, me comentó que existía una actividad política que ahora resulta incomprensible, a la que llamaban debates, y que se anunciaban pomposamente como “instrumento de la democracia para que el pueblo se informe bien acerca de sus opciones”. Los debates, explicó Juan a la clase, eran en realidad oportunidades para que todos los participantes pudieran descalificar a sus adversarios con una tonelada de lodo, con mentiras o con acusaciones que ninguno se molestaba en probar. Un espectáculo deplorable y mezquino. Las acusaciones de ida y vuelta dejaban en el ánimo de los espectadores la certeza de que todos eran delincuentes tramposos y que en definitiva no se podía confiar en ninguno.

Se cuenta que los partidos políticos escogían a sus candidatos, ya entre politicos impresentable algunas veces incluso con denuncias en su contra, o ya entre personas de la farándula, del deporte, pastores de iglesias, youtubers e influencer; términos, estos últimos, que no alcanzo a entender ya que no hay en la actualidad nada parecido. Muchos de ellos casi analfabetos e inexpertos por decir lo menos.

En nuestro libro de estudio hay un largo capítulo dedicado a los presidentes de México, menciona uno de nombre Chente Zorro, que pasó de ser una esperanza justiciera, a tener una presidencia sin pena ni gloria. Otro llamado Quique Piedra Abuelo, es aún recordado, entre la clase política, como alguien de torpeza comunicativa sin parangón.  Este se pensó salvador de la patria y acabó en medio de escándalos por la casa de su esposa (una de esas de la farándula), haciendo un pacto de impunidad para permitir el arribo de otro presidente llamado Pez Hacedor… a quien muchos apodaban, no sé por qué, el Cuatrote.

De este último se sabe, por los millones de horas grabadas en cintas de video, que daba conferencias diarias, en donde paleros, que no periodistas, le hacían preguntas a modo.

Hacedor, pontificaba desde esa tribuna moral, denostaba a sus enemigos, reescribía la historia, la tomaba contra el árbitro electoral que en esa época se llamaba INE y que corresponde a lo que hoy llamamos IFE (Instituto Fidedigno Electoral) desde allí perfilaba su intentona de permanecer en el poder más allá de las prohibiciones legales.

-¿Y lo logró?, preguntó Carmen anhelante. -¿O Hubo oposición capaz de detenerlo?, -¿Hubo líderes de altura moral, demócratas verdaderos o todos se comportaban igual que aquello que decían combatir?    Con cierta pena tuve que afirmar que esa parte de la historia aun no la tenía estudiada.

¿Pero cómo se llegó a ese estado de cosas?, alzó la voz María, llena de fastidio en el alma por todo lo que tristemente fue México. ¿Por qué se dejó a los políticos actuar de esa manera, dividir al pueblo, enfrentarlo, robarlo, mentirle y traicionarlo? 

Para aliviar un poco la pesadumbre que como una nube sofocaba el ambiente en el salón, dije a mis alumnos:

Por fortuna, recuerden, eso es ya historia; aprendimos la lección y corregimos el rumbo, ahora tenemos un país con gobiernos que unen, que rinden cuentas, y que nos respetan como ciudadanos.

Es esa la forma en que deben ser las cosas, concluí, también agobiado por la tristeza de aquello que fuimos. 

2 comentarios en “EL TRISTE AYER DE MÉXICO

  1. Armando Guajardo González 24 mayo, 2021 — 2:51 pm

    Felicidades. Excelente Mensaje con mucha reflexión

    Me gusta

  2. Fernando Edgardo Velasquez Vargas 28 mayo, 2021 — 5:09 am

    Mi estimado Ernesto:

    Como siempre, excelente artículo, tal como nos tienes acostumbrados.

    Me tomaré el atrevimiento -perdón por ello- de expresar mi sentir sobre este tema por demás interesante.

    Cuando leí el final de tu artículo, la primera palabra que me vino a la mente fue: Utopía.

    Pero, ¿Por qué Utopía?

    Veamos lo que el Diccionario de Oxford Languages dice acerca de Utopía:
    «1.- f. Plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía.
    2.- Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso, generalmente para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable»

    Su antónimo sería Anti-utopía o Distopía o Distopia. Visitemos al DRAE:
    «1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.»

    Así que el maestro Ernesto y sus estudiantes de ese lejano 6 de junio de 2321 vivían -¿o vivirán?- en una Utopía. Nada podría alterar -no se podría permitir que así sucediese o dejaría de ser una Utopía- esa paz, esa cordialidad; es tan difícil de comprender para ellos en ese lejano y utópico 6 de junio del 2321 la razón de aquella situación en aquel triste ayer de México de mayo de 2021.

    Se debe aclarar que Utopía aplica a las novelas con ese tema, porque eso son, novelas, y si me apuras un poco, alguien podría asegurar que son novelas de ficción. No estaría tan errado.

    Todavía, a través de la Historia y en la realidad de este mundo nuestro, no se ha dado, que yo sepa, un solo caso de una isla, región, comarca, etc., a la que podría sin duda alguna llamársele Utopía, que precisamente pudiera rivalizar con aquella isla Utopía, creada por Thomas More y que le da el título a su novela, donde todo era color de rosa, donde constantemente había justicia, armonía, paz, tranquilidad; más de uno diría -y más rápido que rapidísimo-: ¡fantasía, cuentos de hadas!

    Es poco probable, si no es que simplemente imposible, que tanto tú como yo, mi muy estimado Ernesto y me atrevo a decir que inclusive los nietos -y sin dudarlo me extiendo hasta los tataranietos y aún mucho más allá- veremos algo así.

    Pero, preguntémonos algo: Si tuviéramos que elegir entre lo más parecido -y por desgracia, por más parecida que fuera, todavía estaría muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy lejana- a una Utopía o a una Anti-utopía o Distopía, ¿Con cual nos quedaríamos?

    Yo sé con cual me quedaría, y sin dudarlo un solo instante: con lo más parecido a la Utopía. Y por el contenido de tu artículo, sé que tú también. ¡Por supuesto, la alternativa apesta a marrano!

    Pero, ¿Bajo qué vivimos actualmente, algo como una Utopía o como una Distopía (quedémonos con Distopía sobre Anti-utopía)? Ninguna de las dos. Si fuera ya sea Utopía o Distopía, seríamos parte de una novela. Hasta ese punto llegaríamos.

    Pero hay muchísimos hechos históricos, profusamente documentados, que si se ven bien, parecerían ya sea una situación utópica o distópica, según la suerte de cada persona.

    Un ejemplo: El rey Luis XVI de Francia, de vivir en la comodidad, lujos, soberbia, atenciones sin fin, alimentos y fiestas en abundancia, a vivir juzgando y decidiendo quién vivía y quién moría -de acuerdo «a lo que su dedito dijera»- puesto que tenía el PODER TOTAL, o a su estado de ánimo del día, etc.-, pasó a morir en el oprobio, la humillación total. Y los revolucionarios, al momento de ver su cabeza real rodar una vez decapitado, y su sangre real salir a borbotones de su cuerpo real se han de haber sentido -aunque fuera tan solo un poquito- redimidos, después de haber vivido toda su vida afrontando y sufriendo limitaciones de toda índole sin fin, grandes injusticias, desprecio continuo de su soberano, las autoridades y la clase gobernante, entiéndase aristócratas- por decirlo de alguna manera.

    Uno vivió en una burbuja lo más parecida a una isla Utopía a la medida y murió en lo más parecido a una Distopía forzada sobre él. Los otros, de permanentemente experimentar una Distopía cortesía de su soberano y amigos -entiéndase incondicionales-, les tocó temporalmente disfrutar de Utopías de 5 minutos, para terminar regresando a su triste realidad, y allí permanecer, cortesía de la nueva mano. Después de todo, eran tan solo peones en un tablero de ajedrez. Otros -los que quedaron en lugar de la realeza- eran la nueva mano. Y todo seguía igual: unos son las piezas y otros quienes las mueven.

    Y hay que decirlo: no es lo mismo Utopía que pensamiento utópico. Como tampoco es lo mismo Distopía que pensamiento distópico. Más adelante veremos estos.

    Ahora, ubiquemos todo eso en México.

    Quien haya tenido la oportunidad de leer algo de Historia, tanto Universal como de México, sabrá que por desgracia la Historia se repite una y otra y otra y otra y otra y otra y otra y……………vez. No falla. El ser humano difícilmente aprende de sus errores; o de los errores de otros seres humanos.

    Iniciemos antes de la conquista de lo que hoy es México por los…….. ¿españoles? ¿Seguros que…… por los españoles? Quizá ayudaron un BASTANTE las demás tribus que existían -o que aún existen aunque ya muy disminuidas- en ese entonces.

    Si creyeron que con el imperio de los mexicas una vez destruido su situación cambiaría totalmente, estaban en lo cierto…… y tarde se dieron cuenta. Decidieron con los intestinos y pagaron con su libertad, y en el caso de cientos de miles de ellos, con su vida.

    Creyeron que vivían una especie de Distopía bajo el yugo mexica…. De seguro que hubieran retrocedido en el tiempo y en su decisión de apoyar a los españoles de haber podido… pero el hubiera no existe.

    Se acostumbra decir que no es inteligente decidir con la cabeza caliente. Sabio consejo. Debería ser escuchado y practicado. Nos evitaríamos muchísimos dolores de cabeza.

    En tu artículo se hace mención a diferentes épocas de la Historia -política- de México. Se mencionan algunos «precisos», entre otros «ilustrísimos» personajes más.

    Lo que tenemos actualmente, logrado a través de muchos años de batallar con la clase política no es perfecto de ninguna manera. Pero sí es mucho mejor de lo que tienen otros en diferentes países.

    Nosotros -sí, nosotros- los ciudadanos, de poquito a poquito hemos logrado lo que tenemos. No lo ha logrado ningún partido político ni tampoco ningún funcionario público. Esos -sí, esos- los partidos políticos y los políticos no dan nada, hay que arrancárselo; lo que queramos, lo que necesitamos, lo que demandamos, lo que merecemos, se los tenemos que arrancar de las manos. Nunca nos lo darán por la buena.

    Llegar a este momento, con lo que tenemos, por imperfecto que sea, si no lo defendemos nosotros -sí, nosotros- los ciudadanos, esos -sí, esos- los políticos y los partidos políticos nos lo, ya sea: confiscarán, catafixiarán por una paletita payaso, robarán -claro, esto haciendo un enooooooorme esfuerzo de su parte, porque como no se les da-, etc., pero de que algo se les ocurrirá, eso ni dudarlo. El conejo ya lo metieron a la chistera, nada más a la espera del momento adecuado.

    Y nosotros -sí, nosotros- los ciudadanos seremos los grandes perdedores una vez más.

    Hay algo que se llama esperanza. La palabra deriva de la palabra esperar. Veamos qué dice el DRAE al respecto en su 1ra. acepción que es la que nos interesa en este caso:
    1. f. Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.

    Los políticos son buenísimos para «vender» esperanza, entiéndase «espejitos». Son profesionales en ello. Se especializan en el tema. Pero para cumplir…………

    Yo jamás he creído -y sigo sin creer- en ningún partido político. Y por supuesto tampoco en ningún político. Yo siempre he votado por el candidato que he considerado el menos dañino para la ciudad, distrito, estado o país, según la elección. ¿Por sus propuestas? Las escucho pero no nací ayer. Prometer no empobrece. Y con el tiempo y un ganchito, el candidato ganador me da la razón. Nunca me falla el ganador… en eso, de darme la razón, no en lo de cumplir sus promesas.

    Todos hemos visto el clima de tensión, división, confrontación, encono, que ha predominado en el país ya por algunos años. Y a mí, en lo particular, no me agrada, sino todo lo contrario.

    Nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. Y en el mundo de la Política, esto aplica en un 110%.

    No tiene el derecho de dividir, separar, restar, aquel que su obligación CONSTITUCIONAL y PRIMARIA es la de sumar, unir, multiplicar. Y nadie tiene esa obligación CONSTITUCIONAL en mayor grado en los Estados Unidos Mexicanos que el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, que es el nombre oficial de México.

    México es como se le conoce comúnmente a los Estados Unidos Mexicanos.
    México es el nombre de un estado: el Estado de México.
    Y también es el nombre de la capital del país: Ciudad de México, o CDMX si así lo prefieren.

    Pero cuando el capitán del barco es el más empeñado en llevarlo por aguas turbulentas, donde se formen la mayor cantidad de huracanes, porque es lo que beneficia su torcido proyecto de «navegación» personal, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

    Si a los marineros incondicionales a él, ya correteados en estas lides, no les interesa nuestro seguro arribo a puerto, entonces debemos despedirlos, bajarlos a galeras, y nombrar nuevos marineros; limitar el poder de mando del capitán, que sepa que esos nuevos marineros verán por nuestra seguridad, y no por su enferma visión de navegación.

    A como hemos estado viendo, leyendo y escuchando en los últimos años, de no hacer nada al respecto, vamos hacia las mismas aguas donde podemos encontrar las naves de Cuba y Venezuela, por mencionar dos ejemplos, entre muchos.

    No se trata de que el capitán del barco no pueda hacer su trabajo; se trata de que lo haga bien, de que nos lleve por aguas tranquilas, que vayamos con la certeza de que llegaremos a puerto seguro. Necesitamos -si, nosotros necesitamos- contar con los marineros correctos, porque resulta que el barco es NUESTRO y NO del CAPITÁN. Él, tarde que temprano, dejará de ser el capitán y el barco seguirá siendo NUESTRO. A menos que no lo defendamos, que no lo protejamos, que no contratemos a los marineros adecuados.

    Se dice que en un barco el que manda es el capitán. Y que él decide, para bien o para mal.

    Díganle eso al dueño del barco, al que puso su dinero, al que perdería su inversión, al que paga los sueldos, al que paga el mantenimiento, las mejoras, los cambios, modificaciones. No estará de acuerdo con ustedes, por que es SU barco, NO del capitán. Al capitán lo contrató por 6 años y se va. El barco seguirá siendo suyo, y no quiere recibir una ruina. Si es que recibe algo.

    Lo que tenemos actualmente en México no es definitivamente una isla Utopía, pero lo prefiero a la posibilidad cada vez más latente de tener lo más parecido a una Distopía.

    Me encanta mi libertad. La libertad de YO decidir sobre esto o aquello, por la razón que sea.

    Me encanta saber que puedo tener más si me esfuerzo más.

    Me fascina mi país, así de imperfecto como es. No lo quiero modificado a la ideología de nadie que tenga problemas de toda su vida, y quiera imponer su caduca visión de país a toda costa.

    Me gusta la Historia de mi país tal cual es, no la quiero a como lo diga nadie porque le acomoda a sus planes. Por eso es Historia, porque sucedió de cierta manera, y no «a como diga mi dedito».

    Tenemos un tesoro enorme: la niñez, entiéndase el futuro de este país, y no me agrada que nadie con 2 dedos de frente se meta con ellos, que intente «colocar el chip» de su movimiento, que se meta con sus mentes, desde los libros de texto escolares.

    Como tampoco me parece que nadie decida quién de los niños vive y quién muere, vía no entregar los medicamentos necesarios para mantenerlos con vida. Me refiero a los niños enfermos de cáncer. ¿Por que están enfermos? Sí, así es, están enfermos, y los medicamentos son muy costosos. ¿Y cuál es el problema? NOSOTROS los pagamos. No los paga ningún «preciso» ni sus incondicionales.

    Ya lo hemos visto antes y trae resultados nefastos. Ejemplos hay muchos y aquí algunos muy conocidos: La U.R.S.S.de Stalin. la Alemania de Hitler, la Cuba de Fidel Castro, la Venezuela de Hugo Chávez.

    El culto al «líder moral», que de moral ninguno de los mencionados arriba tenía maldita la cosa, nunca ha sido sano. Otro triste ejemplo es Corea del Norte.

    Millones de rusos perdieron la vida bajo la dictadura de Stalin, el «líder moral» de la URSS. Y a él le tenía sin el menor cuidado. Político al fin. El PODER ABSOLUTO era lo único importante.

    También en la Alemania del «líder moral» Hitler. Y lo mismo. Ninguno de los dos escuchaba a nadie. En ambos casos, siempre era «lo que diga mi dedito». Todos están cortados con la misma tijera. No se equivoquen. No importa la nacionalidad, qué idioma hablen o en qué parte del mundo residan. Solamente ELLOS importan. Son incapaces de sentir empatía por nadie. Ni siquiera conocen la palabra, mucho menos su significado.

    Si no defendemos nosotros -sí, nosotros, los ciudadanos, porque los partidos políticos y los políticos nada más se protegen a sí mismos- a nuestro país, nuestro estilo de vida, nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestros derechos, nuestras conquistas que tanta sangre, sudor y lágrimas nos han costado, nos las quitarán. Y no es broma. Ya lo ha dicho más de uno a voz en pecho.

    Se empieza con esto… luego aquello… sigue eso… después esto otro… y así, poco a poco nos quitan todo, absolutamente todo.

    «Otros datos» y sus incondicionales ya están en esa ruta. Y no se va(n) a detener.

    Quiere(n) todo, absolutamente todo el control, todo el poder de decisión. Y eso es sumamente peligroso. En Política debe haber un balance, un equilibrio. En Política se debe aprender a negociar, siempre ha sido y debería ser así, pero con todo el poder, no hay necesidad de ello.

    Líneas arriba escribía que no es lo mismo Utopía que pensamiento utópico como tampoco lo es Distopía que pensamiento distópico. Me explico más:

    Ya vimos lo que es Utopía.

    Bien. Pensamiento utópico es lo que nos venden los políticos, esa «esperanza» que les sobra en tiempos de elecciones.

    En Utopía, no se puede cambiar nada o deja de ser Utopía.

    En el pensamiento utópico nos prometen mil cosas, que por supuesto no cumplirán:
    — Que se acabará la corrupción,
    — Que ganaremos millones de -olvídense de pesos, es más hasta de dólares- ¡euros! por hora,
    — Que nuestro sistema de salud será la envidia de toooodo el mundo mundial,
    — Que la inseguridad será cosa del pasado,
    — Que los precios de: la gasolina, de la luz, del agua, de las tortillas, de las escobas, de los palillos para los dientes, de los tacos de la esquina, etc., etc., etc., no se incrementarán,
    — Que…… en fin, la lista es i… n… t… e… r… m… i… n… a… b… l… e…………….
    Y no olvidemos: ¡Que NO nos FALLARÁN, que VELARÁN por NUESTROS intereses!

    Eso es el pensamiento utópico. Se puede mejorar, cambiar, cancelar, modificar, alterar, ignorar……… lo que no se puede hacer en una Utopía.

    El pensamiento utópico es con lo que nos endulzan el oído los políticos…..

    Ahora pasemos al pensamiento distópico. Creo que se lo pueden imaginar. Va de la mano con la Distopía.

    La Distopía es lo que viene hacia una sociedad en determinado tiempo, si no se evitan ciertas conductas.

    El pensamiento distópico es cómo se comunica el mensaje. Veamos si les suena, ya que no es nuevo en lo absoluto. Es tan antiguo como la Humanidad. Y en las campañas políticas es algo obligado; no hay partido político que no lo utilice:

    — Si no votas por mi candidato o partido, los otros volverán y te quitarán todo lo que te he dado,
    — Si votas por mí/mi candidato/partido, yo te protegeré de aquellos. los malos, los culpables de tooooooooodos los males del país,
    — Si votas por aquellos, no podré ayudarte con esto o lo otro,
    — Si votas por ellos, volverá la corrupción,
    — Si votas por aquellos, te quitarán tu casa, tu negocio, tus ahorros, etc.
    — Si votas por aquellos,…………..
    La lista sigue y sigue y sigue y…………………………………………..
    La idea es meter miedo. Y lo logran en buena medida.

    Necesitamos estar bien informados, para que no nos sorprendan, no nos vendan espejitos, «esperanza», no nos fabriquen cortinas de humo.

    Y necesitamos hacerlo nosotros los ciudadanos porque a los partidos políticos no termina de «caerles el veinte», siguen igual, viendo por sus propios intereses, tratando de sumar… a su coto y cuota de poder. El tema ciudadano puede esperar. Nada más de ver las diferentes opciones…. para llorar….Y para llorar en serio…….

    Necesitamos nosotros los ciudadanos hacer el equilibrio de poder para evitar otorgar el poder absoluto, que a nadie de nosotros beneficia. Ya hemos visto lo que ha sucedido con «casi todo el poder». Necesitamos, por nuestro propio bien, nivelarlo. Nos va demasiado en ello, si no es que todo.

    Y no hay que olvidarlo: el barco es NUESTRO, por lo que NOSOTROS mandamos. Nuestros empleados públicos contratados no han hecho bien su trabajo. Se creen con el derecho de brincarse las trancas, de pisotear la Carta Magna de NUESTRO barco, de hacer y deshacer a como les plazca, les acomode. Depuremos la plantilla laboral, démosle las gracias a los malos elementos y contratemos nuevos.

    Demostremos quién manda realmente: NOSOTROS. Es NUESTRO barco, es propiedad de 126 millones de mexicanos, no de un capitán contratado por 6 años que utiliza una carta de navegación obsoleta y su gavilla de incondicionales.

    Los invito a leer, si no lo han hecho ya, la novela Rebelión en la granja, de George Orwell. Y si lo pueden hacer antes del 6-junio-2021, mejor aún. Describe una Distopía.

    También la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Otra Distopía.

    Lo que describen ambas ya ha sucedido en la Historia de la Humanidad. Y no en versión novelada. El costo para la sociedad es elevadísimo. Las dos obras tratan sobre el PODER ABSOLUTO y sus abusos, sus terribles consecuencias.

    Cualquier semejanza con el México actual (28-mayo-2021) sería mera coincidencia.

    Este próximo 6 de junio de 2021 NOSOTROS tenemos el PODER ABSOLUTO de evitar el PODER ABSOLUTO de un capitán de barco al que le da por desvariar preocupantemente y de corregir el rumbo del barco en algún grado, a la espera de la terminación de su contrato, de forzarlo a poco a poco dirigirnos a aguas amigables, hacia aires mansos, paso a paso hacia puerto seguro, hacia lo más parecido -aunque consientes estamos de que quedaríamos muuuuuy lejos- a una Utopía… a pesar del capitán con ideas obsoletas, empolvadas, roídas y sus incondicionales.

    Porque la otra opción, la Distopía, ¡apesta a marrano!

    Saludos, Fernando E. Velasquez.

    .

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