Por Ernesto Parga Limón
El tormentoso, caótico y surrealista epílogo de la administración Trump, nos demuestra la sabiduría del conocido refrán; “lo que mal empieza, mal acaba”, o su versión más antigua, “el que mal anda, mal acaba”. Y es que Trump empezó mal, se condujo mal en todos los aspectos de su vida, como empresario, como candidato, como presidente, como líder, como persona, en suma. De tal manera actuaba que muchos pudimos anticipar su desastre final, casi todos, salvo algunos de los políticos de su partido que se sirvieron de él y de la oportunidad de golpear a sus enemigos demócratas y tal vez otros más que acariciaron la posibilidad de sustituirlo en el futuro.
Esos políticos, léase Ted Cruz y el grupo de senadores, que nos mostraron su auténtico y abyecto perfil al gestionar la negativa a reconocer el triunfo de Joe Biden, que degeneró en la toma del Capitolio por la turba fanática de racistas y xenófobos, que abrevan del discurso calumniador y supremacista de Trump. Una autentica fauna de descerebrados.

En el magnífico libro Quo Vadis de Henry Sienkiewicz, Nerón asustado por los desmanes del gentío que amenaza con romper el cerco y entrar en su palacio la “Domus Aurea” (Casa de oro), pide consejo al filósofo Séneca sobre como contener el inminente peligro que le acecha… Séneca fríamente le comenta: La turba es un animal salvaje y con los animales no se razona. A Trump podemos ahora decirle; puedes sacar a la turba a la calle, pero nunca podrás regresarla sin haber causado daños ni estropicios.
La realidad de este hecho superó con creces a la ficción y a la historia misma, esta vez no fue la turba amenazando al César, fue el César mismo atentando contra el imperio y contra la democracia que le permitió acceder al poder máximo.
El éxito y la caída de Trump tiene en común su uso manipulador de las masas a las que siempre les dijo lo que querían oír. El “Make America great again” sustentado en un discurso antinmigrante y de inusitada violencia verbal, caló hondo en una población mayoritariamente iletrada y con una vena de grosera supremacía blanca que salió del closet y que crecientemente extiende su influencia en el país de las libertades, tremenda paradoja.
Por ello la estrepitosa caída de Trump es una suerte de aire fresco, que oxigena la enrarecida escena política de su gestión como presidente de EE. UU. Si este hubiera optado por entregar el poder, que el pueblo le quitó democráticamente, de una manera civilizada y pacífica a Joe Biden, Trump tendría su lugar en la historia como el presidente número 45 del país más poderoso del mundo, cuna de la democracia moderna. Y quizá, incluso, con alguna oportunidad de seguir su carrera política de la mano de los 75 millones de electores que increíblemente le refrendaron su apoyo.
Pero al tirano enfermo de egolatría, al mitómano consumado, al megalómano embriagado de su pretendida superioridad, lo último que le puedes pedir es civilidad y razón. Querer pedirle que piense en la ley, en el interés común, en la decisión de otros que no le favorece, es pedirle peras al olmo.
Cuando la vanagloria o el complejo son el motor de la vida y esto se vuelve forma de gobierno, la autocracia inexorablemente arriba. El gobernante entonces no oye, no entiende, no confía, crea sus mentiras, las repite tantas veces que estas se vuelven sus únicos datos, toda su ciencia y la verdad que emana de su divinidad: Sucedió en la Roma imperial y sucede aquí entre nosotros.
Una personalidad como la de Trump, con su poder y con la costumbre de salirse siempre con la suya al margen de la ley, no razona, es fiel líder de su turba, prefiere inmolarse a lo Tony Montana en Scarface. Trump inmoló su lugar en la historia, incitando a la toma del Capitolio, ya no será simplemente el presidente 45, sino el peor presidente de la historia, el enemigo del país que atentó en contra de la democracia y de las libertades, sacro legado de los padres fundadores de esa nación. Estos legisladores, modernos Licurgos, intentaron, en su carta magna, poner candado tras candado para frenar la avaricia de los tiranos, hicieron lo que pudieron, sabiendo muy bien que no hay candado que maniate la nula voluntad democrática de los hombres como Trump.
Y aprendida la lección de la sabiduría de los refranes, no está de más escuchar este otro:
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar.
En un reportaje publicado en The Whasington Post, el historiador y columnista Max Boot, afirma que Trump se ha convertido en el peor presidente en la historia de los Estados Unidos, aún sobre el ex presidente Buchanan cuya indecisión contribuyó a que terminaran en la Guerra de Secesión.
Según este especialista, Truño se ganó este deshonroso título gracias a su catastrófica gestión ante la pandemia del Covid 19. Y anexa varios datos:
-Durante los tres años que duró la Gran Recesión, 2007-2009, se perdieron 9 millones de empleos; en la presente pandemia se pierden cerca de 10 millones de empleos en apenas dos semanas.
-Además sostiene que los más de 375 mil muertos por el Covid 19 es una cantidad mayor que todas las muertes estadounidenses en todas sus guerras combinadas desde 1945.
Los expertos opinan que el Presidente Trump es adicto a la atención de las redes sociales; que posee una actitud errática; que fue notable su inexperiencia política; hablan de su gran obsesión de que los EEUU se beneficien del comercio mundial; de su capacidad de manipular a las masas; de ser un promotor del fanatismo; de ser narcisista; etc.
Leyendo el dicho con el que terminas tu columna, invariablemente me conecta con el Presidente AMLO que según los estudiosos se convirtió en un colaborador de Trump y no deben de estar muy errados ya que fue muy notoria su crítica hacia Facebook y Twitter por bloquear las cuentas de Trump y no dijo nada cuándo su esposa reclamó a estas redes sociales la supuesta burla que le hicieron sus compañeros de clase a su hijo más pequeño por los tenis tan costosos que utilizaba.
Se le olvidó al presidente las feroces críticas que cómo candidato a la Presidencia de la República le hizo a Trump en su libro «Oye Trump» dónde lo compara con Hitler por su mal trato a los migrantes mexicanos; ya cómo Presidente en funciones, se volvió servil y no dejó de aceptar «la invitación» que el Presidente Trump le hizo para que lo visitara en su país donde no tuvo empacho en rodearlo de elogios innecesarios, siendo éste su único viaje al extranjero.
De verdad no me imagino cómo serán las nuevas relaciones diplomáticas con el Presidente electo Joe Biden pero me llama la atención que no lo haya invitado a su toma de protesta.
¿Avaló a Trump y ofendió a Biden al no reprobar el ataque al Capitolio cómo lo hicieron la mayoría de los líderes del mundo?
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Perdón donde dice Truño debe decir Trump
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Muchas gracias Arturo, excelente tu comentario, especialmente importante es tu aportación sobre la salud mental y los hábitos de Trump esquizofrénicos del presidente saliente.
¿Aprenderemos algunas lecciones? O ellos, los americanos, y nosotros nos volveremos a dejar encantar por un discurso separatista y excluyente. Al tiempo lo veremos.
Te agradezco mucho tu participación en este espacio, sin duda lo enriqueces.
Saludos.
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No me parece mal el cambio, así debería llamarse ahora.
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El hecho es que, Donald Trump gobernó los cuatro años porque una mayoría lo eligió democráticamente. Quiero decir con esto que, muchas personas en ese país están a favor de un discurso de odio y racismo contra los inmigrantes. Lamentablemente eso es algo sabido desde hace mucho tiempo. Su idea principal cuando tomó el poder fue construir un muro, cosa que solo en los países de donde proviene la mayoría de inmigrantes les disgustó. No recuerdo que a los actores políticos de su propio bando o los contrarios en Estados Unidos les haya desagradado tanto, como fuera del país, salvo los defensores de los derechos y algunas asociaciones humanistas americanas. El hecho de que a estas alturas aún hay mucha gente que lo siga, demuestra que tal vez no estaba del todo equivocado o bien, que tiene un gran poder manipulador. Biden tiene un gran trabajo, de inicio erradicar ese legado racista que Trump dejó, y convencer a todos los seguidores que que ese no era el camino adecuado y tal vez por ahí, haya algunos buenos aciertos en política inmigrante y de convivencia y empatía con la gente de color.
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Manuel, este 20 d e enero la historia de Trump como presidente será un capitulo cerrado, Biden se encargará de borrar su legado. Quiza lo peor que le puede pasar a un político, sin embargo la historia le reserva un puesto en el museo de la igniminios y el desprecio de mucha gente será lo que se recordará.
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