Fui un testigo, muy pegado a la butaca, de la sesión de la Cámara de Diputados Federal erigida en Jurado de Procedencia para resolver el asunto del desafuero del Gobernador de Tamaulipas, el pasado 30 de abril.
Una auténtica bufonada. Un concurso de caraduras y de frescos.
Y afuera los partidos en plena campaña, con miles de spot convenciéndonos, prometiendo, otra vez, una nueva era de justicia social y oportunidades. El arribo de la nueva patria; ya transformada o ya recuperada.
“El prometer no empobrece; el dar es el que aniquila”.
Y adentro del recinto la contra campaña; allí no hay promesas… ya no hacen falta, allí la cara real de la política: la mezquindad, la venganza y el interés del grupo, no la justicia, no la ley. A cualquiera que vio a los de adentro le costará creer en los de afuera.
Y afuera las campañas hablan de propuestas; dicen todos los candidatos que no morderán el anzuelo de la provocación y de la descalificación. Que ellos no son iguales. Los de adentro sí, ya los vimos, de eso viven. ¿Cómo serán cuando lleguen? Váyale pensando; que falta poco para el 6 de junio.
Adentro la verdad es la única que brilla por su ausencia, parece no interesarle a nadie, uno esperaría algo más de nuestros representantes en la cámara de diputados federales, que ese espectáculo cínico y belicoso.
¿Y los tribunos dónde están?, aquellos que argumentan, que convencen con razones, retóricos maestros de la esgrima mental y de la palabra que como espada penetra y desinfla la mentira. ¿Dónde están? Yo solo vi pendencieros, faltos de ingenio y de luz para dar peso a sus razones.
¡Qué nos da, ahora, la cámara!… solo un grupo de chapulines, que ahora vituperan enardecidos lo que antes aplaudieron con fervor; Noroñas tan boquiflojos como serviles. Tránsfugas en busca de poder, émulos modernos de José Fouché.

Todos hablan, ninguno respeta su tiempo, mentirosamente se “preguntan” entre miembros de una misma bancada, para que se detenga el reloj del que habla y así contestar lo que incluso ya traen por escrito, y ganar minutos en su exposición. El contrario hace lo mismo, se auto aluden, todo se engañan, todos faltan al protocolo descaradamente, la ley no importa; es tan porosa que siempre deja un resquicio para hacerse el vivo. Hay que derrotar al enemigo a toda costa. Esa es la consigna.
Apena ver que todos dejan que voten por ellos, todos votan en bloque de bancada. ¿Qué no habrá un Moreno que piense diferente a la orden recibida y exprese su personal postura? O quizá no la tiene. ¿Qué no habrá un panista o priista, equivocado o no, que pueda pensar que este no es un linchamiento y que el desafuero “ha lugar”? o quizá no lo dejan.
Al calor del pleito de vecindad, el desafuero pasa a ser lo menos importante. A quién le importa eso si aquí vinimos a otra cosa, a apoyar las campañas de afuera. El desafuero es mero pretexto para tiros y troyanos, lo que vale es el 6 de junio, el INE que diga misa. Se sacan, entonces, las listas de agravios del pasado. Se recuerda que al actual presidente se le quiso desaforar, -será este el auténtico móvil, quién puede saberlo-. Se nos recuerda, (¡cómo si se pudiera olvidar!), lo que robaron los neoliberales, que callaron como momias, que el presidente saludó de mano a una persona que no debió saludar, que liberó a otro, que al acusado del desafuero lo descarrilan en sus pretensiones de cara al 2024, que sí robaron unos, que si pero poquito. Y todos los iguales vociferan diciendo que no son iguales, que no son iguales, que no son iguales. ¡Uf! casi les creo.
Y pasan las horas y al triste espectador de esta tragicomedia, se le va el alma al suelo pensando que no tenemos remedio; no cuando así se usa y abusa de la ley, la justicia y la verdad, no si los diputados siguen actuando por encargo, en la sede misma del poder legislativo que debiera ser fiel garante de la división de poderes.
Apena también ver el poco aprecio que los diputados tienen de su propia investidura; ¡para eso nos piden el voto!; para, en lugar de representar a los intereses del pueblo que los eligió, estar de rodillas y sumisos a las indicaciones del ejecutivo correspondiente o de su partido mismo.
Eso es lo que vi, eso es lo que cuento.
Una tanda de títeres por el festejo del día del niño. Se deducen con facilidad quiénes son los hábiles titiriteros que mueven los hilos.
Al leer el excelente artículo de hoy, Un circo sin pies ni cabeza, de mi buen amigo Ernesto, recordé una plática que sostuve con otro buen amigo mío hace algunos meses.
Siendo este amigo mío un panista recalcitrante pero de los buenos, entiéndase de los que sí tienen el sentido de la autocrítica, le preguntaba cómo era posible que nadie en todo el PAN local, estatal o nacional se diera cuenta de que el ahora exgobernador -porque eso es ya, exgobernador-, fuera tan exitoso en sus finanzas personales… y sin que quedara del todo claro de dónde salió tanta riqueza.
Fueron muchas las preguntas que le hice:
¿Cómo es que absolutamente nadie en el PAN, ya sea a nivel local, estatal o nacional, ha levantado la voz al respecto?
¿Son invidentes y/o sordomudos acaso?
¿Cómo defienden lo indefendible?
¿Acaso pensaron que el actual gobierno federal dejaría pasar esta valiosísima oportunidad para sacarlo de la contienda de una buena vez por todas, pegarle a su archi rival el PAN, y de paso llevar agua a raudales a su molino, y que esperaría al momento ideal para todo ello y qué mejor momento que el actual?
¿Tan inocentes son?
¿Es acaso mucho más importante una sola persona -en este caso en particular, el ahora exgobernador- que todo un partido político?
¿Es así de grande la complicidad dentro del mismo partido político para mejor guardar silencio y ver hacia otro lado?
Su respuesta fue: yo me he preguntado lo mismo muchas veces.
Sobre el tema de los -en ese momento- precandidatos a los diferentes puestos en disputa, le pregunté:
¿Es que no aprendieron con la lección recibida en el 2018?
¿Porqué siguen con las mismas mañas de siempre, de escoger a los precandidatos-candidatos de SU conveniencia y no emanados de las bases?
¿Porqué precandidatos-candidatos a modo, con historiales o relaciones non gratas, y no precandidatos-candidatos limpios, honestos, de verdad comprometidos en un cambio para bien, un cambio en favor del ciudadano y no en la continuidad de los privilegios, prebendas, ventajas, impunidad, a los mismos de siempre o es que absolutamente todos están embarrados de… “fango”?
¿Porqué nos colocan los partidos políticos en la disyuntiva de: “si no quieres que gane aquel, vota por este”, cuando “este” deja muchísimo qué desear?
¿Porqué primero el partido y mis intereses más personales, después el partido y mis intereses más personales ya al final el partido y mis intereses más personales y nunca jamás, ni por error, el ciudadano?
¿Porqué la “varita mágica” para arreglar, solucionar, componer, enderezar, todo lo podrido, para cumplir con todas las promesas -huecas, por supuesto- de campaña “se descompone” una vez ya en el puesto, sin poder encontrar las refacciones necesarias?
Su respuesta: quisiera poder tener las respuestas.
Y le expresé mi deseo guajiro de que nosotros los votantes pudiéramos tener el poder del Voto ciudadano de castigo.
Le expliqué en qué consistiría ese Voto ciudadano de castigo. En qué consistiría ese sueño guajiro.
En que en cada boleta impresa por el INE se incluyera un recuadro en el centro de la hoja con la leyenda: “VOTO DE CASTIGO CIUDADANO”.
Todo aquel ciudadano que no quisiera darle su voto a ninguno de los candidatos presentados por los diferentes partidos políticos y/o los millones de minipartiditititititititititititititos (costosísimos satélites), podría cruzar ese recuadro y de esa manera hacerle saber a todos los partidos políticos y sus satélites que sus candidatos han sido rechazados.
Pero no solo eso. También se contabilizarían esos Votos de castigo ciudadano y se transformarían en castigo pecuniario hacia todos y cada uno de los partidos políticos y sus satélites.
No veo porqué nosotros los ciudadanos no podamos castigar pecuniariamente a los partidos políticos y sus satélites si somos nosotros precisamente quienes los subsidiamos. Los funcionarios electos nos cuestan muy caros y no trabajan para nosotros, sino para sus intereses más personales y su respectivo partido o para el Ejecutivo (de cualquiera de los tres niveles).
Eso obligaría a la cúpula de los partidos políticos y sus satélites a voltear hacia las bases, a elegir mejores candidatos, más acorde con el sentir popular.
Así se castigarían las imposiciones desde las cúpulas. Pegándoles en la bol$a, donde verdaderamente les duele.
Pero… quienes deberían aprobar algo así ¿tendrían el valor acaso? Lo dudo, y mucho.
Como dije… sueño guajiro. Pero qué bonito sueño…
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