AMIGO DE LETRAS

Por Ernesto Parga

“Decir amigo
me trae del barrio
luz de domingo
y deja en los labios
gusto a mistela
y a natillas con canela”.

Joan Manuel Serrat

Ayer, Insospechadamente, Ramón María me lanzó su confidencia cuando ni siquiera nos habíamos saludado. Yo quedé sorprendido, engarrotado. No tanto por lo intempestivo de la confidencia, créanme no me refiero a un problema de modales, sino porque no me correspondía a mi hacer nada en ese tema, las reglas estaban dadas y no solo eran claras… eran sus propias reglas.

Quizá haga falta ofrecerles un poco de contexto que ayude a entender mejor…

Ramón María me llama su amigo de letras, obviamente me gusta el título, pues tiene que ver con mis aficiones y tiene garbo. Me agrada porque sé, además, que él otorga esos títulos en exclusiva y solo después de pensarlo mucho. Sin embargo, aunque en varias ocasiones me ha comentado su extraña teoría y praxis de la amistad, no consigo acostumbrarme del todo.

Recuerdo perfectamente la primera vez que Ramón María me explicó esta idea tan suya, a nadie más le he escuchado cosa semejante. En esa ocasión hablábamos de Borges, a ambos nos gusta mucho, y discutíamos sobre cuál es su mejor cuento, yo sostenía en voz alta que el Aleph es fascinante, él, en cambio, se empeñaba en convencerme que el Inmortal es muy superior. Quiero confesar algo aquí; en verdad Funes el memorioso me gusta más pero nunca se lo digo porque no quiero oírle descalificándolo.

Ese día ante mi insistencia para que cambiáramos de tema, teníamos entonces poco tiempo de ser amigos de letras y yo quería  que habláramos  de política,  Ramón María me dijo con gravedad –nunca he estado de acuerdo con esa expresión popular que dice que; los amigos verdaderos son tan pocos que se cuentan con los dedos de una mano, no es mi experiencia, yo tengo muchos y aunque lo son de manera distintas porque distintos son los intereses que nos unen en amistad, todos son verdaderos. Tú eres uno de ellos. Y aun con más énfasis añadió – a mí me gusta respetar a los amigos y a la fuente de la amistad que nos hace serlo, no es bueno mezclarlos-. Nunca más insistí, a pesar de no estar en nada de acuerdo con esa idea sobre la amistad.

Lo más que se permite, en algunas contadas ocasiones, es comentarme a muy grandes rasgos de sus charlas con sus otras amistades, desde luego sin permitir intercambio alguno de ideas, yo únicamente debo escucharle. Por esas pequeñas libertades es por las que sé que tiene otros muchos amigos de temas, materias y disciplinas muy variadas y disímbolas.  A algunos los conozco.

Por ejemplo, de Edgardo su amigo de cocina, me comentó alguna vez, que estuvieron   hablando del  gazpacho y de las ventajas o desventajas de colarlo, -en los  ingredientes estuvimos de acuerdo, que por eso somos amigos, entre menos  mejor: tomate guaje, nunca de  bola, pepino y morrón, poco de ambos, que el tomate  es el rey, ajito, aceite virgen extra, una  cosita más, a la nevera y ya lo tienes-, apostilló con aire de suficiencia y con  la seguridad de todo un chef.

Sé que tiene otros amigos para hablar de futbol, me dijo en otra ocasión, – ahí sí, pero solo ahí, no importa que sean varios ya que el futbol es juego en equipo. También me ha dicho que es con Manuel es con el más habla de ese grupo, con él elabora y reelabora el once ideal de todos los tiempos, discuten también sobre si Messi, está a la altura de Pele y Maradona. A mí me parece que no, pero no puedo externar mi opinión porque cada tema tiene sus amigos y nadie se ubica en dos categorías diferentes, porque no es bueno mezclarlos como dice Ramón María.

Esto siempre se respetó entre nosotros, y sé que también entre sus otras amistades, alguna otra vez Ramón María me platicó que el amigo con el que charla de política quería venir con nosotros a hablar de Borges alegando que había leído el Poema de los dones y el magnífico cuento denominado El otro; Ramón María me dijo que atajó rápidamente esa intentona de burlar las normas. diciéndole escuetamente –te gustaría que hablase de política con otro– su interlocutor simplemente se quedó mudo.

Pero ayer todo pareció quebrarse, quizá algún presagio milenario apareció  cumpliendo su fatalidad en esa hora, o tan solo  una terrible conjunción de cosas extrañas: este inesperado  clima en el mes de junio,   la pandemia que lejos de ceder se fortalece o  los  polvos del Sahara, terminaron haciendo flaquear su compostura y Ramón María se dejó llevar rio abajo y olvidando su regla de oro (no es bueno mezclar)  sin ponerme sobre aviso,  me lanzó su confidencia como se arroja al viento una esperanza  ¡Estoy enamorado!

A punto estuve de decirle, querido, nunca olvides que tú y yo solo solo hablamos de letras.           

Y no sé por qué terminé diciéndole, ¡vamos cuéntame!, que el amor inventa nuevas reglas y rompe todos los esquemas, abrázate al amor para que no digas como Borges:

– ¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada? –

Y agregué sinceramente, me entusiasma que al fin transitemos a la verdadera amistad la que se da profunda y casi eterna, la que nos une fuerte al corazón de tan solo unos cuantos que se cuentan suficientemente cono lo dedos de una mano.

Me miró aliviado y cambiando las letras por la vida; respiró profundo y comenzó diciendo, es que ella es tan buena y además quiero decirte que…

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